Pepi Reyes M.
Los zapatos son los elementos muy
importantes en la vida, protegen nuestros pies en cada paso que damos y
aprender a atarlos es el primero de la independencia de este caminar. Yo a los
5 años los conseguí y me transformé, además, en una niña grande.
Comencé mi travesía en kínder, el
curso más maravilloso del mundo entero, sin duda los colores de los juguetes y
dibujos, daban las fuerzas para aprender cosas tan extrañas como a hacer amigos
y te hacen poner en valor cosas importantes, como saber el nombre de tu mamá,
tu dirección y cuál ha sido tu record de velocidad corriendo.
Siempre que salía al recreo a
jugar, tenía que ayudar a un compañero que se caía por sus cordones desatados. Rodillas
peladas, pantalones con parches y la tierra en la herida, siempre se hacían
presentes en la enfermería al primer recreo. Ninguno sabía cómo atar los cordones,
nadie presentía que pudiera ser tan importante.
Al ver la situación, mi profesora
decidió hacernos unos de cartón, en donde tendríamos que practicar el famoso
nudo salvador de heridas, como mérito ganaríamos una estrella dorada de
cartulina metalizada. Intenté hasta el cansancio y jamás me resultó. Podía hacerlo
en el cintillo de mi muñeca, a mis compañeros, pero ¿en mis zapatos?… Nunca
tenían el resultado esperado.
Un día me decidí, me puse mis
zapatillas favoritas, las rosadas de Barbie con luces, y estuve toda la tarde
practicando. Hice unos nudos extraños, que tenían de todo, menos rosita.
Pelotones de hilos, mi dedo atrapado, llanto y decepción.
Decisión. Me sequé las lágrimas y
lo intenté una última vez. Era ese el minuto que definiría mi vida al hablar de
zapatos, tenía que luchar por superar las zapatillas con broche.
Tomé ambos extremos, los crucé,
puse mi dedo en el centro e hice una mezcla que no entendí. Ahí estaba,
resultó! Pero ante mi sorpresa, ahora con ojos de adulta, no existieron gritos
de emoción, ni llanto… Solo lo logré y seguí jugando.
Di ese paso sola y sin tropezar.
Comencé a despedirme de las rodillas raspadas y dejé atrás todo lo que
significaba ser una pequeña que no podía correr sola.