viernes, 4 de octubre de 2019

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El espantapájaros

Era una mañana lluviosa de agosto, en la cual recibí un amargo llamado de la policía que me informaba de que se encontró el cuerpo irreconocible de mi padre, fue encontrado en la granja donde había vivido toda su vida, producto quizás de un accidente doméstico. Al escuchar esa noticia rompí en llanto, debido a que le tenía mucho aprecio a mi padre, aun sabiendo que la última vez que compartí con él tuvimos una discusión, que hizo que nos distanciáramos.
Era la segunda semana de enero y la granja quedaba a mi disposición por ser su único heredero; yo tenía una esposa llamada Yanis y un pequeño hijo llamado Codi.
La vida en la ciudad se había tornado un poco dura con Yanis, así que decidimos pasar un tiempo en la granja para alejarnos de todo ese caos diario.
A mi esposa le agradaba pasar tiempo en el lugar, ya que encontraba que era un sitio muy cálido y a Codi le beneficiaba, ya que padecía de asma y el aire limpio le refrescaba los pulmones. Codi estaba ansioso por tener nuevos amigos y nuevas aventuras en la granja; ésta poseía un gran terreno, en la entrada había un gran maizal que se expandía por más de 100 metros. Al fondo se encontraba una linda cabaña de madera con un porsh pequeño, donde a su lado había una vieja silla mecedora, donde mi padre se ubicaba. Junto a la cabaña había un viejo granero bastante maltratado, al que le faltaba pintura: estaba deplorable. Yanis me avisa de que algo sobresalía en el maizal y fui a investigar: en el centro, había un espacio vacío de tierra y allí descansaba un espantapájaro. El muñeco era muy original, tenía extremidades de madera, tenía encima unos viejos trapos y un sombrero de paja sobre su cabeza. A diferencia de otros, su cara no estaba en blanco, de ella salían 2 ojos de botones negros y una boca. No estaba triste ni tampoco feliz, y de su cuello colgaba un cartel con la palabra diji. Recordaba a ese espantapájaros. Le temía porque era tan aterrador, ya que no solo espanta a los cuervos, sino también a los niños. Lo dejé en el lugar para no deshacerme de él. Las primeras semanas todo iba bien, Codi estaba un poco aburrido y sus paseos en bicicleta no lo llevaban a ningún lado. Interesante, los muñecos no le llamaban la atención y sus amigos estaban a cientos de kilómetros y en esa zona no conocía a ningún niño como para ir a jugar. Pero todo cambió cuando conoció a diji. Codi se pasaba todo el día en el maizal, según él nos contaba. Al principio pensé que era normal, ya que no tenía como pasar el rato, pero después se me hacía raro, ya que no quería ir a ver a sus amigos un rato.
Quería quedarse con diji.
Al poco tiempo, encontré heridas y rasguños en sus pequeños brazos y decía que se las ocasionó diji accidentalmente cuando jugaban a las atrapadas, a lo que no le creí y le prohibí que juegue con él, pero Codi se negó y empezó a llorar. Yanis, preocupada por la situación, asustada de que sea un problema mental, decidió llevarlo con un profesional. Las cosas empezaron a cambiar muy rápido, las cosas iban empeorando, mi esposa estaba cada vez más exhausta, por lo complicado de mantener una granja -y más encima a diario- y Codi no quería salir, se la pasaba encerrado sin hacer nada y eso me empezó a preocupar. Para la guinda del pastel, en la puerta de la casa aparecían animales pequeños degollados, pero al pasar el tiempo, fueron aumentado de tamaño y pensé: ¿será un lobo mata perros? Pero un día me levanté y fui a la puerta y quedé horrorizado al ver un caballo degollado frente a mi puerta. Desesperado fui a la policía. Esto se trata de algún loco que está tratando de asustarnos, lo que se puso en marcha una patrulla e hizo peritaje por todo el lugar sin encontrar nada.
Un día, unos ruidos fuertes me despertaron a las 3 de la mañana. Era en la puerta principal de la casa. Bajé a ver y vi que la puerta estaba entreabierta. Salí de la casa y me percaté que había una luz que se dirigía hacia el maizal. Me adentré con un palo grueso y una pistola, pero -para mi sorpresa-, era Codi quien estaba junto a diji que estaba tirado en el piso. Lo regañé por estar a altas horas de la noche en el maizal, habiendo un lunático acechando por la zona, pero Codi me dijo que diji lo había llamado a la ventana. Cansado de esa situación mandé a Codi a su habitación, y mientras yo acomodaba el espantapájaros en su lugar, sentí que algo andaba mal: era demasiado pesado para un niño como Codi, como para sacarlo de su  base y arrastrarlo al menos un metro.
En la mañana siguiente, Yanis encontró a un conejo con la cabeza brutalmente arrancada  con un muñeco de Codi,  y ella me dijo que posiblemente haya sido él, pero se defendió echándole  la culpa a diji de nuevo. Yo, cansado de ese nombre, fui al maizal a destruir al espantapájaro, pero un frío me paralizó y recorrió todo mi cuerpo. Diji estaba de pie mirándome fijamente, y en ese momento lo recordé todo: esos recuerdos bloqueados en mi memoria  donde diji me golpeaba y amenazaba de muerte si me alejaba de él, el largo terror de todas las noches al ver a diji en la ventana con su macabra risa sobre el maizal. No pude creerlo. Hui de ese lugar. Diji no me siguió, al parecer dejó que me fuera. Sin nada que aclarar, empaqué mis cosas y la de mi familia, pero al terminar, anocheció, y pensé que, con el pánico en la noche en la carretera, podría ser peligroso. Esta será la última noche en la cabaña y en la mañana saldremos abandonando el lugar. Una luz me despertó viniendo de la ventana, el granero se estaba incendiando y era demasiado para que yo solo lo apagara. Intenté llamar a emergencias y no pude. Estaba sentado al lado del porsh en la silla mecedora, cuando apareció diji sosteniendo una guadaña en la mano derecha, viendo como todo ardía en llamas, mirándome fijamente... 
El informe policial indicó que pasaron 10 días en el mes de septiembre del año 1987. El reloj indica las 11:39 horas. Según vecinos, una granja cercana tuvo un incendio entre las 3 y 4 de la mañana, se hizo un peritaje, viendo que en el fuego se extendían 2 cuerpos calcinados que fueron encontrados en la ruinas de la casa. Al parecer, el fuego comenzó en el granero y se extendió hasta la casa y no dio tiempo de salir a los ocupantes. Los peritos niegan que fuera un accidente, ya que se encontró un tercer cuerpo cerca de las ruinas de la casa, un cuerpo de un hombre degollado con un corte perfecto, una guadaña oxidada a unos pasos del mismo. También se encontraron unas huellas que se pierden dentro del maizal, dentro solo se encuentra un espantapájaros, bastante peculiar, con unos trapos además de un sombrero de paja y una linda sonrisa dibujada en su rostro.
IKIS

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