Muerte
Estaba en el camino, como siempre ha estado,
esperando que lleguen todas las personas. Una a una se acercan a ella y le
hacen una pregunta, cada una hace una distinta, pues así es como debe de ser,
pues ella es la reina de los sueños, de lo terrenal, cada cosa que tiene algo
vivo pasa por ella.
Pero llega un minuto en el que se queda sola,
el camino esta vacío. Entonces ella sabe bien lo que debe de hacer, mira a su
lado, y de pronto ve un pequeño riachuelo – solía ser un lugar hermoso lleno de
vida, pero poco a poco la polución lo perdió, así es como pasa con todo- luego
se fija en el otro lado del camino y de la nada aparece una pequeña sombra, que
poco a poco adquiere forma, hasta volverse un hombre delgado de piel blanca y
pelo canoso, aunque a su vez de tez suave, rasgos finos. Estaba lejos de ser
mayor.
-
Hermana, hay pocas cosas en el mundo que me traen hasta tu reino, pero jamás he
visto duda alguna en ti.
-
Hermano, me tuve que detener un segundo y pensar. Una persona, al hablar
conmigo como todos hacen, me preguntó algo que no sabía cómo responder.
-
Hermana, ¿cómo una pregunta pudo afectarte tanto?
Se detuvo un momento en seco y se colocó al
lado opuesto del camino.
–
Tú deberías saber más que yo hermano, que las palabras son el arma más fuerte
que posee el humano. No es sino el pensamiento hecho acción, la forma de
colocar una idea en otra persona, que más sino eso es mi labor.
Poco a poco, del camino comenzaron a brotar
pequeñas flores y pasto, que con cada segundo crecía aún más, puesto que así es
la vida, se abre paso en todo, aun cuando parezca imposible y eso es lo más
bello que puede suceder, cada pequeña cosa ve y siente de forma distinta. Qué
es la vida sino un conjunto de sensaciones distintas, algunas malas, otras
buenas, a veces de ambos tipos, porque por más que le busquemos sentido a la
vida, no la tiene, puede que seamos solo un accidente cósmico, solo un conjunto
de muchas coincidencias, pero eso la hace especial, puesto que una vez que
existe algo vivo, su razón de existir es preservar la vida.
Muerte lo sabía bien, pues su labor era esa,
ella no estaba viva, pero tampoco muerta, su mundo se encontraba en el medio,
al igual que su hermano, pues cuando todo acabara, ambos, lado a lado,
apagarían la luz del universo y cerrarían la puerta para nunca abrirla. Esa era
su labor.
Vida, miró a su hermana:
–
Trae al ser humano que te hizo la pregunta, que me la diga a mí.
Ella, con un pequeño aleteo de sus alas lo
trajo. El sonido de la muerte era ese, un pequeño aleteo de alas, algo potente
pero esperanzador, al mismo tiempo que inexistente. Caminó desde el camino una
mujer, no muy mayor de unos 20 años. En sus brazos se podían ver las marcas de
inyecciones. La Muerte le hizo una seña y ella se dirigió a Vida, pero se dio
la vuelta mirando fijamente a Muerte.
–
La pregunta era para ti.
Ella no dijo nada, solo se acercó a ella y las
plantas de debajo se comenzaron a elevar aún más como si su paso llenara de
fuerza lo que ahí existía y la mujer dijo:
–
¿Valió la pena?
Se quedó inmóvil un minuto y luego dijo:
–
Todas las cosas vivas valen la pena, si no el mundo no encontraría un sentido. ¿Cómo
sabríamos que no hay nada si nunca lo ha existido?
La mujer, cayendo una pequeña lágrima por su
mejilla, no por la respuesta, sino porque la voz de muerte era tan calmada, daba
la sensación de dar esperanza y compasión a todo lo que le hablase.
–
No me refería a mí.
Ella miró a su hermano y luego a ella:
-
No lo sé, no lo sabré hasta que mi labor esté completa, pero yo, así como tú,
existimos por igual.
La mujer siguió su camino y de a poco las
flores y el pasto comenzaron a irse con ella o tal vez el camino entero la
siguió. Muerte con Vida se quedaron viéndose y ambos se alejaron hasta dejar a
Muerte en el camino, sola, porque ninguno de los dos sabía la respuesta, pero tampoco
debían de saberlo, puesto que la vida solo descubre su propósito en el minuto
de la muerte, una paradoja de la cual ambos eran parte.
Linterna