miércoles, 2 de octubre de 2019

Puntos desconectados

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Por Ramírez.

Una estaca atravesada en el corazón,
que ladra los latidos atronadores.
Un corsé cubierto de espinas ponzoñosas.
Una canción melancólica en el interior,
que marchita la vida, que hace desfallecer a las mariposas.
Los pulmones que se aferran a la vida,
agonizan como extremidades amputadas.
Una roca que obstruye la garganta,
que calla el canto,
que asfixia toda voz.
Sangre que distribuye el espanto.
Un cuerpo damnificado,
el epicentro de la catástrofe.
Los pájaros aullantes
a la luna desvelada.
La desesperación de las estrellas
que gritan despavoridas.
Los volcanes que revientan de angustia,
dejan correr su coagulada sangre,
con la lluvia hirviente que se deja caer como lágrimas,
que fueron condensadas de lágrimas humanas.
Las dimensiones están en guerra,
el tiempo está en huelga.
Todo se estremece, 
todo quiere partir,
todo quiere esfumarse, 
convertirse en polvo,
deseando nunca haber existido.
Es hora de renunciar a todo,
a las arenas movedizas,
a la estancada niebla omnipresente,
al incrédulo y absurdo optimismo,
al agua helada circundante,
a los llantos sigilosos,
a la obturación de la carne viva,
a las velas derretidas de los sueños.
Pero el reducido público sigue ahí,
enojados,
otros expectantes,
otros distraídos con algo más interesante,
mirando desde otro universo más claro,
más vivo, más etéreo.
Debería continuar la función,
pero tal vez sea hora de bajar el telón
y marcharse bien lejos.
Sería un buen final si lo dejamos hasta aquí.
Los puntos no conectan acá,
tal vez allá tampoco,
pero ya no importará, 
nada lo hará.

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