martes, 25 de junio de 2019

Dinohumanos

Por Pepi Reyes M.

Todos en algún minuto de la vida, conocimos a alguien que amaba los dinosaurios. Ya haya sido un amigo o por nosotros, había en nuestra cultura de infantes, una cierta debilidad a la aventura de conocer uno o mejor, descubrir algún vestigio de su existencia cavando entre la arena de la plaza. Imagínense, descubrir un hueso o mejor un inframundo con ellos vivos, dispuestos a ser montados y entrenados para la dominación mundial.

Jurassic Park fue nuestro best seller por años. Mientras tomábamos leche con chocolate y comíamos pan con margarina, nos aventurábamos en una exótica isla del caribe, con la más alta tecnología. Si tan sólo pudiera traerlos a nuestro tiempo pensaba y seguía cada cuadro por la tele.

Nada haría de prever que, en medio del caos citadino de Santiago, en pleno siglo XXI, mi sueño se haría realidad. Estaba frente a mí un descubrimiento más trascendente que la luz eléctrica, más importante que la máquina a vapor y más determinante que el conjunto de huesos que esperaba encontrar entre la arena. Amigos, Los dinosaurios siguen vivos y están entre nosotros.

Hablo de esos que se mezclan y que han debido someterse a vivir en sociedad, que se disfrazan e incluso aprendieron algo del idioma. Funcionan como infiltrados, y solo un ojo experto como el mio, podría apreciarlos en su estado salvaje puro. Pero hay un momento en la vida en podemos verlos en plenitud, y estoy segura que ustedes también han podido examinarlos: La hora punta.

Te imaginas de quienes estoy hablando? Debido al estrés de la ciudad (o al menos esa es la única explicación lógica que puedo darle a tales actitudes) hoy tenemos la posibilidad de ver a dinosaurios a diario, salvajes, irrespetuosos, cansados y gruñones.

Hay distintos tipos de estos animales. El primero es mayoritario a eso de las 7:30 y 8:30 am, del cual, más que temor, se siente compasión constante: el VarionixEstudiante. Sujeto o sujeta de 13 años o más, que siempre anda atrasado y se queda dormido a donde se para más de 5 minutos. Generalmente con mochilas de campañas listas para la supervivencia. Hacen un gruñido similar a los Varionix con cada bostezo y estiran el cuello igual que ellos para despertar. Es un animal pasivo y raramente actúa en defensa propia. Es más una extensión de la gente que un modelador de ellos.

Todo lo contrario a las Bronto Mamás  mujeres que no conocen leyes de transporte público y que se suben con el super coche (que incluye una máquina dispensadora de capuccino) en el horario punta, esperando que le den toda la esquina derecha de la puerta, sin que vean o toquen su aura o la de su bebé, que presiento, es una muñeca disfrazada de humano.

También está el Señor Velociraptor. Un viejo, generalmente racista, clasista y misógeno, que empuja a quièn se le ponga por delante sin piedad Porque es hombre y puede hacerlo. No le teme a enfrentamientos con otros machos de su especie, ya que se bajará en la estación siguiente del conflicto, gruñirá y saldrá corriendo por su camino lleno de testosterona. Son una especie subalterna del tipo más odiado del transporte público.

Y Sí, el centro de esta recopilacion es hablar de esa persona. Generalmente mujer mayor, a la que no le quedan brazos de tantas bolsas ecológicas, y que siempre va acompañada de un carro de feria color burdeo. Esa que a pesar de sus evidentes problemas óseos sigue usando taco aguja. Hablo de esa mujer que pide respeto, pero no respeta. Sí señores, hoy convocamos al centro de la mesa, a la vieja velociraptor, el último de los dinosaurios en estado salvaje.

Nunca imaginé que Dios cumpliría de esta manera mis deseos de cumpleaños. Me habría conformado con un dinosaurio a escala que tuviera la resistencia para mi cuerpo. Pero jamás pensé que traería a la tierra a tal categoría de animales. Violentos, salvajes, mal educados y acumuladores en potencia, que no dudan tirarte a la línea del metro por un asiento o destrozarte el empeine para pasar primero. El sólo conocer una hace que emprendas una aventura cada mañana en el metro, porque a pesar de que comparten rasgos comunes, cada una es un mundo.

Están las qué disimulan su violencia, la que se adueña del asiento preferente discretamente y no se muere (literal) si no alcanzó el asiento, simplemente se adueñará del pasamanos.

Le sigue la que no descansará hasta sentarse pero piola. Esa que se sube al metro y le empiezan los dolores en meta carpiano, tobillos, rodillas, caderas y demás (Claramente no tiene relación con sus tacos de 20 centímetros). Pondrán su cartera en tu cara, el cerro se bolsas también, te golpearán de distintas formas accidentales, pero no serán directas para pedir el asiento.

Pero no como ESA mujer, la que no tiene temor de Dios, que al abrirse las puertas suenan los relámpagos del inframundo. La Velociraptor total. Violenta en actitud y en vocablo, que no temerá en darte de cachetadas si se siente violentada, que te empuja por atrás para desequilibrarte y pasar primero. Esa que es la expresión máxima de la agresividad y decadencia humana.

Como sé que todos hemos sido víctimas de su violencia no violenta, hoy emprendo una causa por la extinción de esta especie. Libremos la batalla, compañeros.


Es crucial sonreír más a los desconocidos, no hacernos los locos al ver un adulto mayor en el transporte público, comprender que para una mujer con bebé es difícil desarmar el coche si anda sola. Entender que a medida que nos hacemos viejos nos ponemos cascarrabias (quizás es la falta de vitaminas). Pero la clave final es, no transformarnos en quien no queremos ser, ya que como aquí a quedado demostrado, todos hemos sido o podemos ser un dinosaurio en el camino de otro.


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