Vida
El rey de todas
las Historias, Vida, se sentó en su trono, y en la inmensidad de su reino llamó
a un sirviente:
–Dime mi amigo, ¿por qué es que me
siento de esta forma?
Él lo observo y
respondió:
–Su alteza, ¿no entiendo a qué se
refiere?
Muy apenado, Vida
lo miró y en sus ojos pudo ver lo que él esperaba del futuro. Él escribía por
las noches en un rincón y al hacerse de día, quemaba lo que escribía porque
eran historias que nunca ocurrirían, ni se contarían. No era su labor, pero
tampoco la de ningún otro.
El rey se levantó
de su trono:
–Me iré de viaje, te dejaré a cargo de
definir los sueños de lo vivo.
Al llegar al
mundo de los humanos se fijó en una alegre mujer, ella se movía y caminaba
disfrutando de ese simple acto. Ella amaba la vida. Le recordó a su hermana. Muchos
la conocen como la muerte, no porque eso sea lo que ella busque, sino porque es
su labor, porque la vida solo tiene sentido cuando uno muere, si no, no
tomaríamos el peso a la vida, porque nuestras historias se forman de contrastes.
¿Cómo sabes que estás bien, si nunca has estado mal?, ¿cómo sabes que estuviste
vivo, si no has muerto?
Vida siguió
caminando y se fijó en un pequeño bebé acostado en el suelo. Su piel era negra,
su madre al lado, un piso de tierra muy seco, que cada vez que se movía un poco,
se levantaba una pequeña nube de polvo. El pequeño estaba dormido. Miró su
sueño y se veía a él mismo, solo que en un pequeño pozo con un poco de agua, no
mucha, solo la suficiente para que él y su madre pudieran beber. Al salir de su
sueño, se fijó que el niño estaba muerto, su piel estaba pegada a sus huesos,
desnutrido. La madre -al lado- murió a los pocos minutos, solo que su aspecto
era aún peor.
La hermana de
Vida, Muerte, llegó y sacó al bebé y su madre.
-No se asusten, ya saben que es lo que
ocurrió, ahora irán a un lugar donde estoy segura hay mucha agua y comida.
Y con el sonido
del batir de unas alas, desaparecieron, solo dejando sus cuerpos.
-Has estado descuidando tus tareas, hermano.
Vida, sorprendido,
la miró directo a los ojos y dijo:
–Es que yo no lo entiendo.
Muerte se tomó
unos segundos para pensar y respondió:
–Nadie sabe el porqué, muchas cosas
pasan porque sí, asesinos nacen sin razón y personas que se dedican a ayudar a
los demás nacen con la misma facilidad.
Vida se retiró al
igual que su hermana, volvió a su reino, se sentó en su trono y dejó caer una
lágrima.
Linterna
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