Vergüenza, vergüenza
debería darles. Es la única frase que recuerdo en una lluvia de perdigones,
gritos, sangre y descontrol de estudiantes enfrentándose a carabineros. ¿Cómo
llegué ahí? Mi mamá me mataría si supiera, mi papá, ni les explico lo que me
hará cuando sepa que en mi auto llevé al hospital heridos por perdigones de
carabineros, consolé su dolor, escuché sus gritos y rompí las normas de tránsito.
Sangre y gritos, ahora todo es un recuerdo borroso de ambos.
Salí de mi
trabajo a las 17:15, puse la radio y el locutor dijo “Gran conmoción en Santiago,
esta tarde hubo destrozos en el Edificio de UDI y se destrozó el memorial de
Jaime Guzmán”. Roja. Tomé el celular y lo conecté, Dua Lipa me acompañó para
olvidarme un poco del cansancio.
Mi ruta estaba
con taco, así que tomé mi segunda opción, Luis Matte Larraín, en La Pintana
Batallón Chacabuco. Roja. Hacía tanto calor, que cerré las ventanas y puse el
aire acondicionado. Iba cantando y esquivando a los machitos prepotentes que no
soportan que pase los lomos de toro en segunda. Coquimbo, doblo a la derecha y a
lo lejos veo una columna de humo negro. “Están los cabros” pensé y seguí
manejando, creí que sería en la altura de Protectora de la Infancia, espacio de
resistencia puentealtina.
Seguí hasta
llegar a San Carlos, intermitente y doblo a la izquierda, que linda mano. En un
momento veo una turba, la columna de humo está al frente mío y frené. Era el
único auto ahí. Un cabro me habla, no escucho, bajo el vidrio y repite “Amiga,
está cerrado San Carlos, mejor date la vuelta por el retorno y sale de aquí,
están disparando brígido estos pacos culiaos” ohhh, gracias hermano, están
bien? Si amiga, dale no más”. Me estoy dando la vuelta y veo que viene la turba
con gente en brazos y gritando de dolor.
Me
paralicé, pensé lo peor… ¿un herido? No, un muerto, ¿estaba ante mí un muerto?
Lo vi mover un brazo y volví a respirar, me hacen señas, abro el auto, se suben
dos, me habla una mina “Amiga puedes llevarlos al Hospital, soy de Derechos humanos,
allá están mis compañeros y ellos los van a recibir, ¿me esperai y te llevas a
otros dos? Si amiga, dale no más, yo espero, si quieres en la maleta los
subimos. Sonrió. A los dos minutos llega uno solo en brazos “Mi cara hermano,
me duele la cara” Hermano estai lleno de perdigones que huea.
¿Y el otro?
No quiso ir amiga, me dijo el último en subir.
¿Sus
nombres chiquillos? Nos vamos al hospital.
Aceleré y
escuché aplausos, gritos de aliento, sirenas, gritos de dolor, algo rebotó en
mi vidrio, vi por el retrovisor, vi ojos de alegría y muecas de dolor, fuego y pueblo,
un pueblo unido. Sonreí y seguí.
Cabros
tengo agua, por si alguno quiere. Secaron las botellas. Silencio. Estaba
nerviosa, no paraba de tiritar, aceleré más, me pasé una roja, no frené para
que cruzara una señora, seguí rápido.
Uno de
ellos me dijo “Amiga, no me lleves al hospital, porque si están los pacos allá
quizás no la contemos”.
Le respondí
“Hermano, tengo que sacarte esas hueas, no podís quedarte así” Llévanos al Sapu,
dijo, porfa no al Sótero. Además, va a estar más vacío.
Le pregunté
a los otros cabros, todos estuvieron de acuerdo.
Me di una
vuelta cerrada y aceleré, me devolví. Gritos, ollas, furia en cada esquina.
Alegría, gritos y bocinazos. Seguíamos en la lucha.
ME DUELE LA
CARA grita uno. El otro empieza a contarle los perdigones a su amigo, eran 7. El
otro se contó 3 o 4 en la pierna, aceleré más, esquivé una barricada y tomé Concha
y Toro. La gente miraba para atrás, yo solo miraba para adelante. Hablaban
entre ellos y conducía.
Aceleré,
doblé cerrado y llegamos al Sapu. Silencio.
Amiga, no
puedo bajar, ¿me ayudai? Si hermano, voy. Dejé todo abierto lo tomé en brazos,
se afirmó de mis hombros, los otros bajaron solos y entre saltos ingresamos
todos. “Están los de Derechos humanos adentro cabros, dice una señora “Yo te cuido
el auto, anda no más”.
Los
recibieron otras personas y salí. Escuché a lo lejos un gracias hermana y moví
la mano. Sólo moví la mano para despedirme. Bajé las escaleras y lloré, grité
de rabia, me subí al auto y mientras me ponía el cinturón una señora me dijo “Pacos
bastardos ¿eran tus compañeros?” No, los encontré y me los traje. “Que orgullo
hija, no sabes lo grande que hiciste por ellos”. Sonreí, me sequé la cara y
aceleré.
Seguí por
Concha y Toro, quizás podía aventar a alguien y sacarme esta angustia del pecho.
Pero no había nadie que no estuviera combatiendo. Seguí, doblé por la Plaza y
venían una cuadrilla de pacos.
Paré el
auto y grité, grité todo lo que me he guardado, cerré los ojos y las lágrimas
caían por mi cara. Abrí los ojos y escuché aplausos a lo lejos y gritos. Volví
la mirada a los pacos y uno de ellos se da vuelta y me ve a los ojos, grité Vergüenza,
Vergüenza debería darles… y aceleré.
Atrás
quedaban mis compañeros y mi valentía. Arranqué de una lucha en donde todos
sumamos, porque tuve miedo, miedo de no volver. Limpiar sangre de un tapiz no es fácil,
pero lo hice callada y sin llorar, porque hoy no pude con mis fantasmas, hoy no
pude luchar.
Linda Pepi, sentí tu angustia �� pero fuiste la mejor, el mejor Ángel en el camino de ellos. Gracias por eso! Te quiero��
ResponderBorrarExelente!!! me encanto
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